La batalla es contra el miedo. Miedo a cambiar, miedo
a confiar, miedo a reír, miedo a mostrarse, miedo a enamorarse, en fin, miedo
al miedo. Porque el temor es una poderosa amarra y lo que nos ata nos paraliza.
Asociamos futuro con calamidad y nos tapamos de noche con plazos que encadenan
nuestros pies y nos nublan la vista. Y no tiene por qué ser así. Siempre queda
algo en el fondo del cajón: un llamado a la esperanza, una paloma blanca, una
rosa de fuego, las cenizas de un amor, una canción de primavera, un corazón con
ganas de latir. Puede que el día de mañana amanezca con cielos azules, puede
que este abril nos sorprenda con hojas secas, puede que los mayas tengan razón
y el fin del mundo nos pille bailando, o puede que no. ¿Quién tiene la certeza?
Perdonen mi atrevimiento por redactar esta exhortación a dejar atrás ciertos
miedos. Propongo que abracemos a Pandora y su abandonada esperanza, esa que con
tanto recelo guardaron en una caja. Ya lo decía por allí el viejo Pablo
Guerrero, “Tú y yo muchacha, estamos hechos de nubes, ¿pero quién nos ata?
¿pero quién nos ata?” y creo que por ahí va la cosa. Cortemos las amarras y
dejemos que el velero parta a mejores puertos, esos donde la vida nos sonríe y
los rayos de sol te iluminan los labios, porque no existe tal cosa como el
destino, porque todo es un constructivismo, porque la suerte está en tus manos
y porque me saco el sombrero ante quienes, como reza el epitafio de Frank
Sinatra, creen que “lo mejor aún está por venir”.
Les dejo las palabras de una persona que con el paso
del tiempo se ha vuelto un gran amigo, uno de los mejores músicos y
compositores que conozco:
Tienen miedo
Tienen
miedo.
Miedo
a la noche,
miedo
a las sombras y al eco,
miedo
a la lluvia y al cielo.
Miedo
a sus perros y a sus recuerdos,
a
las tormentas, a dios y a los ciegos.
Miedo a los niños, miedo a los ebrios.
Miedo
a las tardes de verano sin tiempo.
Miedo
al tiempo, a lo nuevo y a lo más viejo.
Miedo en sus casas, en los recreos,
en
peloteros, en bebederos, a cielo abierto.
Llaves,
candados, puertas y rejas,
claves
y cámaras y contraseñas
y
cajas fuertes y cercas.
Siguen teniendo miedo,
miedo
al sol y miedo al mar.
Miedo
a cambiar de marca,
y
a no cambiar de auto.
Miedo
a que el tren se pase,
miedo
a tomarse el tren.
Miedo
a la alergia y a la nostalgia y a las puteadas.
Miedo
a ver el noticiero
miedo
a no verlo.
Les tienen miedo a los amigos de sus hijos,
a
los ancianos, a los muertos, y a sus hijos también.
Miedo
a sus guardias y a sus serenos.
Miedo
al amor por mucho tiempo.
Miedo
a las voces en sus cerebros.
Pagan supercuotas de seguros,
compran
armas, balas y armeros.
Pero
siguen teniendo miedo.
Miedo
al desvelo, miedo al deshielo,
miedo
al descenso, miedo al desierto.
Tienen miedo.
Miedo
a que un día no les tengamos más miedo.
Leandro Lacerna
Para
los que quieran escuchar algo de él, no lo duden y entren a
Que no nos roben el mes de abril. Besos, miles.