Dedicado a esa pequeña mujer sin miedos, a aquella ladrona de palabras que durante una noche de vacaciones me enseñó el poder del lenguaje... y que un perro también puede ser un kinokino y aún mover la cola al verte.
Las cosas por su nombre
Ya
no llamo
a
las cosas por su nombre.
Voy
por la calle diciéndole
kinokinos
a los perros
y
abedules a las flores.
Paseo
por la peatonal
gritando
melancolía
a
todos los cafés
y
he bautizado
como
vendedores
de
llantos contenidos
a
los puestos de diarios.
A
las guerras
les
digo innecesarias
y
a las cenizas del amor,
ataques
de pánico.
Ningún
título me convence,
cambié
el tuyo por crimen
y
al mío por castigo,
a
nuestra relación
le
puse curiosidad
y
a nuestra despedida,
preinfarto
de miocardio.
muy buena entrada
ResponderEliminarGenial ese final!
ResponderEliminarA la puchaaaa, diría un loco!
(Hoy las señoras del barrio están admiradas)
Un beso Dcamps.
:)
ResponderEliminarLos enamorados siempre quieren crear con palabras lo que ya existe. En eso se parecen a los poetas, eh?
Jolines Camps!!
ResponderEliminarEste poema es simplemente perfecto, redondo, "mordedor" en cuanto a las miserias humanas, gracioso también!!
Un abrazo bien fuerte!!
Todo tiene su nombre, aunque nos lo inventemos. Y debemos conocerlo :)
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